sábado, 27 de septiembre de 2008

AUTORRETRATO



A LA INTEMPERIE

He visto a mi vecina sacando la basura. Como ya no había cubo ha dudado un momento en el portal y después ha caminado sin decisión hasta la esquina, mirando a su alrededor. Al final ha dejado la bolsa de desperdicios en medio de la acera. Cuando se volvía, mirando el bodegón que había creado, le debió parecer mal dejar la bolsa tan desamparada y la movió un poco para dejarla unos metros más allá, al abrigo de una moto aparcada. Eso debió de parecerle más apropiado y, caminando ahora si con resolución, volvió a meterse en el portal, aparentemente satisfecha de su capacidad resolutiva.

Más tarde, en la plaza de Callao, observé a la gente que esperaba frente a la Fnac. Es un lugar habitual para darse cita. De nuevo, veía personas que llegaban y, al comprobar que aún no estaba su acompañante, daban un par de vueltas sobre si mismos para acabar apoyados en la pared o simplemente de pie junto a un soporte publicitario.

No se de donde nos viene esa inquietud ante la interperie, esa necesidad de buscar la protección de un objeto mayor para depositar nuestras cosas o a nosotros mismos. Supongo que es algo muy antiguo, de cuando había depredadores que podían devorarnos y teníamos que esconder o disimular nuestra presencia.

Voy a bajar a la calle, he quedado en plaza de España. Quiero llegar un poco antes y quedarme esperando en mitad de la acera, con las manos vacías junto al cuerpo. A ver que pasa.